¿POR QUÉ UN FORO POR LA PAZ Y LA NO-VIOLENCIA?


En tiempos como los que corren, es muy difícil para un ciudadano común verse a si mismo como agente de cambio de los acontecimientos sociales.

Los individuos somos parte de una estructura social mayor que, además, está en movimiento, es decir, sometida a cambios y transformaciones que no siempre entendemos ni sabemos interpretar. Lo único claro es que para donde ella vaya iremos nosotros (y nuestros hijos y nietos…) imperiosamente. Caer en cuenta de este hecho nos lleva necesariamente a preguntarnos hacia adonde nos conduce, ¿hacia una situación mejor o una peor? Y si la dirección que ha tomado el sistema que nos incluye fuese destructiva, como parece indicarnos la experiencia directa cotidiana, ¿qué podemos hacer para modificarla?

Son preguntas difíciles de responder. Más aún hoy, cuando ese sistema ya no es local sino global: ya no se trata de un país o de una región sino que del mundo entero, lo cual parece constituir un desafío mayúsculo para un individuo, que igual ve afectada su vida por más remoto que sea el lugar donde habita.

Si lográramos tomar distancia ¿cómo se vería nuestra época? Lo primero que se nos hace patente es el altísimo nivel de violencia que ahoga a las sociedades. Como si fuera un pesado lastre que no puede dejar atrás, la violencia física, racial, religiosa, psicológica, sexual y, sobre todo, la violencia económica derivada de la injusticia social y la desigualdad de derechos y oportunidades han llegado hasta el presente como una herencia siniestra.

¿Es posible erradicar, de una vez y para siempre, la maldición de la violencia desde las sociedades humanas? A la luz de la experiencia histórica, estaríamos tentados a decir que no, que se trata de una esperanza ilusoria. Sin embargo, también es cierto que en distintos momentos del tiempo han existido personajes y causas que alcanzaron sus objetivos sin recorrer el camino de la sangre y la destrucción; ellos nos sirven de modelos o referencias vivas para orientar nuestra acción y nos devuelven la fe en una lucha que pueda hacer real esa vieja aspiración humana.

Es cierto que el mundo está en serios problemas. Pero es cierto también que son muchos los que anhelan y buscan nuevas respuestas y nuevos caminos.

En numerosos países existe gente que está buscando una nueva vía, ya que intuye que los métodos de análisis y las formas de lucha clásicos no les sirven. Todos los luchadores sociales de distintas generaciones, que se atreven a dejar atrás antiguos moldes, queremos encontrarnos y construir juntos un nuevo proyecto de transformación social.

Somos muchos los que hemos llegado al convencimiento que ese mundo con que soñamos, esa sociedad por la que luchamos, no la podemos construir solos. El mundo al que aspiramos no será de una sola organización, no será de un solo color. Esto no lo hace nadie aisladamente. Hoy necesitamos encontrarnos todos aquellos que estamos en la búsqueda y aportando cada uno sus virtudes, podremos construir un proyecto mejor.

Un foro como el que pretendemos impulsar aquí puede servir para articular la diversidad en torno a un proyecto común, a una dirección revolucionaria no violenta. Como ha sucedido muchas veces antes en la historia humana, nos enfrentamos a un sistema violento y queremos cambiarlo porque nuestra vida y la de todos los seres humanos incluidos en él están siendo afectados dolorosamente. El fundamento principal que anima nuestra lucha para propiciar un cambio estructural, y no ajustes al esquema vigente, nace de una percepción muy nítida de que la violencia social no es sólo un efecto negativo secundario sino que un factor consustancial al sistema, que impone condiciones sociales violentas y deshumanizantes.

El principal indicador para medir el avance de nuestra causa ha de ser entonces el retroceso visible de la violencia, hasta llegar a su completa desaparición desde la convivencia social. Mientras eso no suceda, la lucha continuará.

Por otro lado, en la historia de la humanidad, la guerra siempre ha estado presente. Este drama es cada día mas devastador pues los avances tecnológicos permiten a los violentos producir artefactos cada vez más destructivos. Hoy la amenaza nuclear pone a la humanidad al borde del abismo.

Las guerras y el armamentismo inciden negativamente en la economía de los pueblos al absorber presupuestos que deberían ir a educación, sanidad, cultura y a mejorar la vida. Sin embargo, la influencia que la industria armamentista tiene sobre los gobiernos y la sociedad hace que los países productores de armas presionen para mantener los conflictos y así consumir, utilizar y experimentar con sus armamentos a la vez que disfrazan su codicia con teorías sobre lo inevitable, necesario o incluso lo bonancible de los conflictos armados para sus economías.

En los comienzos del tercer milenio, lejos de apaciguarse, los conflictos en diferentes campos (económicos, étnicos o religiosos) tienden a incrementarse. Lo mismo sucede con el terrorismo. A su vez, y muy ligado al modelo que se propone, la violencia en la sociedad civil aumenta llegando a extremos inimaginables años atrás. Si no hay un cambio de dirección, el futuro traerá confrontaciones cada vez más violentas en distintos campos y en todas las latitudes.

Esta más que demostrado que el hambre en el mundo podría resolverse con el 10% de lo que se gasta en armamentos. ¿Podemos imaginar si se destinara el 30 o el 50%, para mejorar la vida de la gente en vez de aplicarlo en destrucción?

Después de siglos de violencia, es difícil imaginar la paz. Sin embargo, ¿por qué no trabajar en esta dirección intencionando cambiar el rumbo de la historia, construyendo un verdadero futuro de paz y no-violencia?

Consideramos que esa es nuestra responsabilidad como seres humanos. Definirse contra la guerra tiene sentido, es ético, coherente y urgente, dado el camino que están tomando los acontecimientos.

Asumimos esta responsabilidad libremente y la llevamos adelante con todos aquellos que rechazan toda forma de violencia y apuestan por la convivencia, el desarrollo compartido, la democracia real, la tecnología al servicio de la ciencia y la ciencia al servicio del ser humano y de la paz. A nosotros corresponde denunciar a las minorías violentas, aislarlas y presionarlas para que redirecionen sus políticas belicistas hacia el desarrollo humano.

Un mundo sin guerras es un mundo hasta ahora desconocido sobre el planeta Tierra. Eliminar las guerras representará salir definitivamente de la prehistoria humana y dar un paso de gigante en el camino evolutivo de nuestra especie.

Un “mundo sin guerras" es una propuesta que mira al futuro y aspira a concretarse en cada rincón del planeta para que el diálogo vaya sustituyendo a la violencia.

En esta aspiración nos acompaña la fuerza de las voces de miles de generaciones anteriores que sufrieron sus consecuencias, y cuyo eco sigue escuchándose hoy en todos los lugares donde las guerras van dejando su siniestra estela de muertos, desaparecidos, inválidos, refugiados y desplazados

¡Ha llegado el momento de hacer oír la voz de los sin-voz, millones de seres humanos que piden por necesidad que se acaben las guerras¡ Podemos conseguirlo uniendo todas las fuerzas del pacifismo y de la no-violencia activa.

Convocamos entonces tanto a personas como a representantes y miembros de organizaciones, colectivos, grupos, partidos políticos, empresas, a que adhieran a esta declaración y a trabajar cada cual en su campo, a la vez que a participar en plataformas, frentes y foros, con el fin de generar un gran movimiento que acabe con las guerras y con todo tipo de violencia.

Trabajemos hoy para garantizar un futuro mejor y salvaguardar a las generaciones venideras.


¡Porque creo en la paz y en un mundo más humano!

¡Por un mundo sin guerras y sin violencia¡

¿CÓMO?...

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